Las revistas de Arquitectura: Crónicas, Manifiestos y propagandas.

publicacion-Congreso

Año: 2012.

Comité científico: Beatriz Colomina, Juan José Lahuerta, Juan M. Otxotorena, José Manuel Pozo, Jorge Tarrago, Wilfried Wang.

Nombre del texto: La 041 Una Re-vista a la arquitectura de las décadas del 50 al 70 en búsqueda de una raíz para la arquitectura contemporánea. Una mirada desde el arquitecto proyectista.

Revista [041]

Revista de Arquitectura y Urbanismo del Colegio de Arquitectos de Rosario, Santa Fé, Argentina.

[La propuesta para este congreso, se inscribe en el marco de una investigación de mayor magnitud donde se analiza la Obra de Jorge E. Scrimaglio (JS) estudiando sus lógicas proyectuales, y dentro de este congreso en la sección dedicada a la autoridad y al valor documental que poseen las revistas].

Esta revista surge a fines de los años 90, como una inquietud de cuatro arquitecto; Luis Appiani, Emilio Farruggia, Marcelo Perazzo, y Marcelo Villafañe. Si bien su nacimiento esta fuera del parámetro que da como limite en el tiempo este congreso (1900-1975), los primeros números (focalizando en el Nro.: 1) documentan obras realizadas en décadas anteriores, representando un compromiso con la arquitectura moderna que se venia gestando desde los años 50 en la Provincia de Santa Fé con una contundencia arquitectónica nunca antes vista en esta región.

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Tapas de los 8 nros. de la revista.


Texto publicado.

La [041]: una re-vista a la arquitectura de las décadas del 50 al 70 en búsqueda de una raíz para la arquitectura contemporánea.

Una mirada desde el arquitecto proyectista.

Este trabajo estudia a la Revista de Arquitectura y Urbanismo [041] y el entorno cultural del cual forma parte. En el año 1997, y como órgano de difusión del colegio de arquitectos de la provincia de Santa Fé, distrito 2, en Argentina nace la revista. Si bien el período en que se inscribe dicha publicación excede los límites propuestos por el presente congreso, nos interesa este caso en tanto la revista refiere, en muchos de sus números, a arquitecturas de las décadas del 50, 60 y 70. La transversalidad temporal con la que se nutre es todo un indicio de una manera de ver, valorar y verificar el hacer arquitectónico actual en esa ciudad.

1_ Una introducción al mundo editorial y cultural de la arquitectura en Argentina.

Para el momento en que la revista [041] surge, existían en el ámbito nacional, hacía ya varios años, la revista Summa +, aparecida en agosto del año 1992 como continuación de su predecesora Summa que databa de abril de 1963. Lejos de ser una revista de vanguardia, esta publicación fue y es principalmente un difusor bimestral de toda la producción de arquitectura nacional. También existía entonces la revista de la Sociedad Central de Arquitectos, Revista de Arquitectura, que había tenido gran relevancia en los años 80 y que, hacia fines de la década del 90, dedicaba muchas de sus notas a la temática de los concursos que entonces se multiplicaban. Para el mismo año que aparecía [041] -en 1997-, salía el último número de la revista Arquis (número 15) -una revista editada por el centro de investigación de la Universidad de Palermo-, casualmente dedicada de forma exclusiva a la arquitectura rosarina, poniendo en valor la actividad arquitectónica de esa ciudad.

Específicamente en el contexto rosarino existía también, desde el año 63, la revista A&P Revista de Arquitectura y Planificación, que dependía de la Universidad Nacional del Litoral, bajo la dirección de los arquitectos Jorge Enrique Hardoy, Aníbal Moliné e Iván Hernández. En el transcurso de sus primeros ocho números, hasta el año 1988, no se publicó allí ni una sola obra de Rosario. Sin embargo, a partir del número 9, momento en que se hace cargo el arquitecto Edgard Andino, comienzan a aparecer obras y proyectos contemporáneos de esa ciudad sin proponer en sus páginas un mensaje contundente.

Esa era buena parte del panorama gráfico local, que por supuesto se superponía a los suplementos especializados de los principales periódicos del país (La Nación, Clarín, El Cronista Comercial), y a la gran cantidad de revistas importadas -accesibles económicamente por aquel entonces – como G&A, Domus, 2G, El Croquis, Quaderns, etc. Estas últimas revistas españolas, muy consultadas en Argentina, revelan una relación editorial que conectaba a ambos lados del Atlántico desde hacia muchos años antes aunque en sentido inverso cuando la traducción de los textos de arquitectura moderna realizados por las editoriales argentinas Summa, Nueva Visión, Poseidón e Infinito fueron los artículos con los que contaron los arquitectos españoles hasta la década del 70 para su formación.

Hacia el fin del milenio se trazaron relaciones especiales entre Barcelona y Rosario a partir de las ideas urbanas que puso de manifiesto Oriol Bohigas y que influyeron puntualmente en la ciudad santafecina con la construcción del Centro Cultural Parque de España; obra que produjo un cambio rotundo en la relación ciudad-río. Fue en esa ciudad que en el año 1990 el arquitecto Gonzalo Sánchez Hermelo le planteaba a su colega Gerardo Caballero -recién llegado de una experiencia laboral en el estudio del argentino Mario Corea en Barcelona y luego de haber terminado un Master en Arquitectura en Washington University, St. Louis, USA- la idea de hacer un congreso de arquitectura en esa ciudad; idea que fue entonces interpretada por muchos como una locura. Sin embargo, se organizó un grupo de arquitectos y algunos estudiantes -entre quienes se encontraban Rafael Iglesia, José María D’Angelo, Maite Fernández, Paola Zini, Josefina Caprile, Rubén Fernández, Ariel Jiménez, Rubén J. Palumbo, entre otros- para desempeñar la función de asesores académicos de lo que sería, en el año 1991, el Congreso Nacional de Arquitectura cuyo titulo fue «La construcción del Pensamiento», y que contó con la visita de arquitectos nacionales e internacionales como Enric Miralles, Mario Gandelsonas, Clorindo Testa, Justo Solsona, Mario Corea Aiello y Raúl Lier entre otros. El evento fue un éxito de una rotundidad absoluta: la conferencia de Miralles, para ese entonces con 36 años, fue una revelación, ya que al congreso asistieron alrededor de 2200 personas superando todas las expectativas previstas.

Una vez finalizado exitosamente el congreso, el grupo se planteó continuar promoviendo y promocionando ese tipo de actividades. Así, comenzó a organizar charlas en el bar rosarino «Barcelona», propiedad de uno de sus integrantes, de las que nació la idea de autodenominarse como grupo R: «R» de Rosario, de Revolucionario, de Revelación, de Reinvención, y también por su homónimo en Barcelona (después de todo, el nombre del bar proponía una vinculación con la ciudad catalana) -como cuenta el propio Gerardo Caballero-. A esas alturas ya se habían sumado algunos arquitectos más al grupo, entre otros, Marcelo Villafañe. Los distintos encuentros fueron organizados en conjunto por el grupo R, el Centro Cultural Parque de España y la Secretaría de Cultura, Educación y Turismo de la Municipalidad. Contaron con la presencia en 1992 del arquitecto Emilio Maisonave en el marco de un Seminario de Ideas para el Puente Av. Pellegrini y Parque Urquiza en el marco de la elección de participantes para el Foro Internacional de Jóvenes Arquitectos, y en 1993 se organizó un seminario en el Museo Castagnino de esa ciudad dictado por el Arquitecto Adrián Lucchini (profesor de Washington University) y Alejandro Lapunzina (ex-compañero de Caballero en Saint Louis, quien se encargaría del número dedicado a Rosario de la revista Arquis anteriormente mencionada).

Los nuevos eventos fueron desarrollados como ciclos anuales en el Centro Cultural Parque de España -el mencionado edificio que Martorell, Bohigas y Mackay habían proyectado y terminado en la orilla del Paraná entre los años 1979 y 1993- organizándose en torno a la arquitectura de distintos países europeos: “Arquitectura Española”, “Arquitectura Portuguesa”, “Arquitectura Escandinava”, etc. Cada ciclo contó con 5 ó 6 invitados al año de altísima calidad pero que no eran entonces tan conocidos en el medio local. El criterio por el cual se definieron esas invitaciones estuvo ligado principalmente a los contactos posibles (contactos principalmente con arquitectos europeos establecidos en las estancias en Barcelona por algunos de los miembros del grupo, y por los contactos que brindaba el rosarino Mario Corea que había establecido su despacho en la ciudad de Barcelona: para el ciclo de 1994 fueron convocados al ciclo “Arquitectura Española Contemporánea” Campo Baeza de Madrid, Peña Ganchegui de San Sebastián, Manuel Gallego de la Coruña, Antonio Ortiz de Sevilla, Mario Corea, Ignacio Sola-Morales y Martínez Lapeña de Barcelona; en el ciclo del año siguiente “Practicas conceptuales”, Pablo Beitía de Buenos Aires, Souto de Moura de Portugal, Weil Arets de Holanda y Cármen Pinos de Barcelona; en 1996 en el ciclo “Arquitectura Lejanamente Cercanas”, Augusto Pantarotto de Argentina, Eduardo Bru, Pep Llinás, Carlos Ferrater de España; en 1997 asistieron al ciclo “Arquitectura Escandinava” Jhan Erickson de Finlandia, Per Olaf de Suecia, Ben Edman de Finlandia, Jan Arnfred de Noruega, Juhani Pallasmaa de Finlandia, y ese mismo año Álvaro Siza daría una conferencia; en 1998 en el ciclo “Arquitectura Portuguesa” Gonzalo Byrne de Lisboa, Carrilho de Graca de Lisboa, Adalberto Días de Porto y finalmente en el año 2000 al ciclo de «Arquitectura 2000» asistieron Rafael Iglesia de Rosario, Xavier Vendrell de Barcelona, Oscar Fuentes de Buenos Aires y Solano Benítez de Paraguay. Luego de ese último ciclo seguirán llegando arquitectos de renombre internacional a la ciudad, pero ya el grupo R se encontraba desvinculado de la organización de estos eventos.

El grupo R comenzó a adquirir notoriedad, y con ellos la producción arquitectónica de su ciudad, pues era mostrada regularmente a los sucesivos invitados internacionales y nacionales. Pero además de establecer puentes con algunos arquitectos europeos, los ciclos sirvieron para crear una conexión, hasta entonces inexistente, con arquitectos latinoamericanos. De la mano de Pablo Beitia (quien fue publicado en el primer número de la [041] con su obra para el Museo Xul Solar en Buenos Aires, e invitado a escribir luego un artículo en el número 4 del año 2000, que tituló «Arquitectura, otra vez en escala de la Obra de Arte»), establecieron un vínculo con el arquitecto paraguayo Solano Benítez y, tras éste, con el brasileño Ángelo Bucci y Milton Braga, y luego con el chileno Alejandro Aravena. Así se armó una red que sirvió para contagiar y difundir lo que estaba pasando en esa ciudad argentina y viceversa. Paralelamente, personas como Tomás Dagnino y Ana de Brea cubrieron periodísticamente con el suplemento de arquitectura del periódico El Cronista Comercial los eventos, logrando también una difusión a nivel nacional. 

2_ 8 números: desde las décadas del 50, 60 y 70, al fin del milenio.

Si bien la revista no se constituyó como órgano difusor del grupo, no estuvo desvinculada con ese clima crítico y reflexivo que existía para ese entonces en la cultura arquitectónica rosarina: incluso, uno de sus directores formó parte de ambas iniciativas como así también muchos de los arquitectos que escribieron en ella. En el año 1997, la [041] fue ideada por los arquitectos Luis Appiani, Emilio Farruggia, Marcelo Perazzo y Marcelo Villafañe, en el marco de una lucha política por llevar estas ideas al Colegio. Consolidando una lista conformada por estos arquitectos, y junto al aval del arquitecto Pantarotto -arquitecto rosarino de mayor peso político-, lograron posicionarse en las elecciones de esa institución. Y es en ese momento cuando Perazzo y Villafañe se proponen como director y co-director respectivamente del proyecto de la nueva revista. Así, la [041] Revista de Arquitectura y Urbanismo surge dependiendo del organismo que representa a la totalidad de arquitectos de la ciudad santafecina de Rosario y al distrito 2 (Gran Rosario); de allí su nombre que respondía al prefijo numérico para comunicarse vía telefónica a esa zona del país -aunque curiosamente ese prefijo se transformaba en 0341, tras la privatización de la empresa prestadora del servicio-.

Finalmente el lanzamiento de la revista se vio enfrentado a las problemáticas que atravesaba el Colegio de Arquitectos afectado entonces por la crisis económica y financiera que desde esos años se fue profundizando en la Argentina y que desembocó en el estallido del 2001. Una de las consecuencias más terrible de las políticas del gobierno neoliberal de Carlos Saúl Menem fue la profundización del desempleo que afectó sin dudas al hacer arquitectónico. Pero además, esas políticas habían potenciado un tipo de arquitectura de un profesionalismo acrítico que contribuyó a una cultura arquitectónica devaluada. Reaccionando contra ese contexto y queriendo trasmitir algunas reflexiones arquitectónicas acumuladas en las actividades producidas por el grupo R, la [041] publica sus primeros 1500 ejemplares (la mayor cantidad destinados a los socios de la institución, quedando un número sensiblemente menor para la difusión externa).

Ante la pregunta, «…¿qué es, ¿qué ha de ser una revista de arquitectura? ¿qué ha de ser, además, una revista de arquitectura vinculada a un colegio profesional?», Marcelo Perazzo expresaba el objetivo fundamental de la revista en la nota editorial del primer número: difundir el hacer arquitectónico desde un «posicionamiento critico, que procure en cada momento una doble función: la de dar a conocer la producción local, dentro y fuera de nuestras fronteras, y la de canalizar en nuestro ámbito, aquellas propuestas y debates más innovadores producidos en el orden regional, nacional e internacional». Pero ese posicionamiento critico tenía como último fin señalar el «buen hacer» del arquitecto, para “bajar línea de la arquitectura a seguir” -como manifiesta Marcelo Villafañe al ser interrogado sobre el surgimiento de la publicación. «Una publicación que defina una visión alejada de las modas, de las verdades absolutas e irrefutables», continuaba Perazzo en su artículo. Y es que en definitiva, la revista se presentaba como una reacción a cierta arquitectura que entonces fue calificada como «posmoderna». De modo que la [041] se constituiría como «una revista de arquitectos para arquitectos», cuyas páginas procurarían publicar -según sus autores- una arquitectura comprometida con el lugar y sus recursos, alejada de los formalismos, una arquitectura que proponga una reflexión sobre un hacer más profundo.

En sus casi 14 años de vida la revista publicó 8 números, con una frecuencia discontinua. Los primeros tres números tienen algo en común: documentan la arquitectura que ya se había construido desde algunas décadas atrás. Desde el mismo momento de la constitución de la revista estos números estuvieron claramente definidos: el número uno estaría dedicado a las obras del arquitecto Jorge E. Scrimaglio, el número dos a la obra del arquitecto Pantarotto, y el número tres publicaría arquitecturas de los años 50.

Los dos primeros números recogían obras de dos arquitectos con un espesor teórico-práctico considerable, capaces cada uno de sostener un número completo de la publicación. La inexistencia de libros referidos específicamente a estos autores e, incluso, el escaso material registrado en otras revistas, convirtieron el contenido de esos números en una información verdaderamente inédita otorgando a la [041] un valor descomunal. El número tres complementó con un número coral de obras ejemplares el posicionamiento crítico que la revista asumió en sus inicios para señalar lo que consideraba «buena» arquitectura.

A partir del número 4 se produce un giro ya que en ese número y en el sucesivo se publicaron «obras recientes»; dos números referidos a arquitecturas de distintas escalas: la 4 a «Arquitecturas cotidianas» y la 5 «Otras dimensiones», arquitecturas que superaban la escala de las publicadas anteriormente. Habiendo observado en los números anteriores la arquitectura de arquitectos de generaciones mayores, estos números estaban dedicados a las arquitecturas de jóvenes que de manera diversa y multifacética representaban a la arquitectura contemporánea de Rosario. Así, tras un primer ciclo que presentaba a los maestros rosarinos de los que se podía y se debía aprender, estos nuevos números venían a presentar a los arquitectos de las nuevas generaciones.

Con el número 6, y tras sus años de ausencia, se renueva la tapa que pierde cierta abstracción en el diseño que acompañaba los primeros números. Con una mayor tirada, la revista volvió a ubicar la obra de un arquitecto -en este caso se trató del estudio Viotti Luetich- como tema central. Y de igual manera en 2007, el séptimo número dedicaba, y esta vez a modo de homenaje, un número a la arquitectura de Marcelo Perazzo, primer director de la [041] -como se mencionó anteriormente-, quien había fallecido poco después de ser inaugurada la revista.

Finalmente la revista que sale en el año 2010 viene de alguna manera a sintetizar las experiencias anteriormente registradas. Allí se publicaron un conjunto de obras de distintos arquitectos agrupadas por un lado, en escala de grises, arquitecturas de la década del 70, y por otro, con fotografías en color y saltando cuatro décadas, obras nuevamente contemporáneas.

Además de registrar las obras rosarinas, la revista publicó un gran número de obras internacionales; obras se relacionan con el enfoque de la selección local y que pueden dividirse en obras recientes (principalmente obras españolas, pero también norteamericanas y latinoamericanas), y en obras de la década del 50. Aquí vale hacer notar que en muchos casos esta selección esta guiada por una relación con el tema del número: quizás las relaciones más notorias fueron la publicación de la iglesia de Fay Jones en el número dedicado a Scrimaglio, la publicación de Luigi Moreti en el número dedicado a Pantarotto ó la presencia de Richard Neutra en el tercer número dedicado a la arquitectura del 50.

Finalmente, puede decirse que si bien la revista en su nombre refiere al «Urbanismo», este tema es abordado en breves ocasiones (en el primero y en el quinto número) con artículos que tratan la problemática urbana rosarina. Sin embargo, una sección que sí acompaña a cada número (excepto el último) está dedicada a diferentes artistas plásticos, especificidad que sin dudas refleja los intereses del director quien también dedica parte de su búsqueda en el campo de la pintura.

3_ Predicar con el ejemplo.

Hasta aquí, una recorrida por los ocho números de la revista y su contexto cultural. Me interesa ahora detenerme en la elección de la obra de Scrimaglio para el lanzamiento de la revista.¿Por qué él es el arquitecto seleccionado para ser el autor del primer número?¿Por qué no fue Pantarotto ó, incluso, una serie de obras de varios autores como en el caso del número 3?

En primer lugar resulta fundamental subrayar la importancia de la relación de Villafañe con la obra de Scrimaglio; tal vez sea quién más haya reconocido el gran valor arquitectónico de esa obra particular. Villafañe ha realizado desde sus primeros años de formación un seguimiento de la construcción de las obras que documentó fotográficamente -llegando a construir un archivo personal de más de 300 diapositivas-.

Pero además, la radicalidad que poseen las obras de Scrimaglio, que la revista muestra desde el modo de trabajar con la materia y de organizar el espacio a través de módulos materiales y espaciales que rotan, se apilan, se desfasan, se pliegan y se despliegan, habla de una manera ingeniosa de hacer arquitectura. Una manera de trabajar con unidades simples y tradicionales (ladrillos, tirantes de madera, módulo métrico, etc.) para lograr una ingeniosa complejidad, que expresa una arquitectura «atemporal» –como buscaban los directores – y fundamentalmente singular.

Sin duda, esta mirada sobre la obra de Scrimaglio constituye un fundamento para la producción arquitectónica contemporánea de muchos arquitectos rosarinos. En las páginas de ese primer número se hace explícito el reconocimiento al valor de una poética material: allí, por ejemplo, Rafael Iglesia escribía:

[…] lo que se pone en juego no son estos elementos, sino ladrillos, simples unidades aritméticas cuya función es anónima, colectiva, de tercera persona. «El» ladrillo es un elemento no subjetivado que no tiene propiedades intrínsecas sino de situación: «él» puede ser piso, techo, escalera, ventana, eventualmente muro, de acuerdo al lugar que ocupe en el espacio. En esta escasez de recursos, la obra encuentra su riqueza y su unidad en la multiplicidad, puesto que en ella lo uno es uno y todos a un tiempo. […]

Su exhaustivo, inteligente y fino análisis de la obra le aporta un camino para entender a la arquitectura que luego volcará de manera reelaborada en su propia hacer. Catorce años después, en la publicación especial del periódico Clarín Voces Emergentes, el arquitecto Iglesia explica en esos mismos términos su edificio Altamira:

[…] las vigas aquí son elementos no subjetivados que no tienen propiedades intrínsecas sino de situación: pueden ser muro, ventana, puerta. Eventualmente, «actuaran» trabajando como sostén y sus roles dependerán del lugar que ocupen en el espacio» […]

Sin embargo, este rescate de un modo de hacer arquitectura que hace foco en sus cualidades materiales, es para Scrimaglio una «visión parcial» de su obra que deja por fuera aspectos «más esenciales, los más comprometidos con la tradición, con un camino que nace antes del momento de generarse los materiales con los que se generaron las primeras obras. (De la humanidad)». ¿Pero acaso existe una mirada que no sea parcial? Visión que por otra parte quedaba advertida en la nota editorial de Marcelo Perazzo del primer número.

Lo cierto es que la revista dio a Scrimaglio un lugar privilegiado dentro de la arquitectura, que ha trascendido con su difusión las fronteras de lo local. En 2003, en el libro Material de Arquitectura de Alejandro Aravena se publicaba una carta enviada por el arquitecto portugués Álvaro Siza al propio Scrimaglio:

Querido Jorge Scrimaglio:

Fue para mi una gran alegría recibir la publicación con tus obras maravillosas. Es cada vez más difícil encontrar -descubrir- una arquitectura que, por su integridad y belleza nos haga regresar a la pasión por la arquitectura.

Creo que volveré a Rosario. Me gustaría mucho encontrarme contigo y hablar de nuestro común empeño en la arquitectura como arte y alegría de vivir.

Un abrazo, Álvaro Siza, arquitecto.

Porto, 23 de Abril de 1998.

Sin dudas, se trata de una mirada parcial. Pero es la mirada de arquitectos proyectistas preocupados por producir una arquitectura de calidad. La transversalidad generacional que queda reflejada en el último número de la revista y también en las múltiples conexiones que existen entre las obras de Scrimaglio con la de los autores contemporáneos, pone de manifiesto, por un lado, el propio valor que tiene su obra, y por otro, el valor de la mirada de los «contemporáneos observadores» que detectan una manera particular de hacer. Las cuatro obras principalmente publicadas distan entre 7 y 29 años del momento en que se hace este número y no corresponden a lo que estaba pasando a finales de la década del ´90 ni en Rosario, ni en Buenos Aires. Estas obras resultaban entonces pertinentes para lanzar una nueva revista que quería dejar bien claro su posicionamiento crítico, gritando: ¡esto es lo que buscamos!

4_Comentarios finales.

[…] ese dicho «ver para creer», que uno siempre esta diciendo: «vamos a ver» en el sentido que ver es comprobar que una cosa existe. Parece que nunca se le ocurre a nadie que ver es en sí mismo un proceso complejo y a veces sumamente sospechoso. … para muchos de nuestros estudiantes, como para los lectores de nuestros artículos y libros, ver es algunas veces mucho mas difícil que creer […]

El crecimiento del número de arquitectos inscriptos en el Colegio, la notoria resonancia que generaron los distintos congresos de arquitectura organizados por el grupo R, la trascendencia de la figura de Gerardo Caballero, Rafael Iglesia y del propio Marcelo Villafañe a nivel nacional e internacional, y la difusión de las obras de arquitectura rosarina publicadas en sus números hacen de la revista [041] un documento invaluable, que condensa en sus páginas una cultura arquitectónica inquieta, una cultura que trasciende día a día intentando entender los valores arquitectónicos que esa ciudad guarda y genera. La arquitectura en primer término de Scrimaglio y luego la de Pantarotto dan inicio a esa vanguardia, vanguardia de la que ellos son parte fundamental para entenderla. El valor como documento es notable, hasta celosamente para los que nos encontramos fuera de sus márgenes por no contar con la entrega de sus números, e incluso, en la actualidad, con la imposibilidad de conseguir aquel primer número agotado hace años. Si bien quienes la llevan adelante se encargan personalmente de difundirla, de «hacerla correr por el mundo», la historia que ella guarda es poco conocida para la mayoría de los contemporáneos.

Esta generación entendió que volver a mirar obras con espesor técnico-teórico y enfrentar al presente contemplando ese pasado, hace enfrentar el hecho arquitectónico de una forma continua y profunda. Este texto pretende demostrar que la revista sirvió como condensador de todas estas energías que existían en Rosario y es un documento que hoy sirve para entender cómo fue el proceso intelectual que hicieron esas nuevas generaciones. La revista contiene un mensaje contundente y claro sobre la arquitectura a aspirar, dejando impreso en sus páginas con cada obra, con cada arquitecto, con cada palabra este mensaje, y dentro de ese mensaje esta claro que la obra de Scrimaglio posee una condición didáctica de altísima coherencia, que sin dudas requiere de una investigación más profunda. Así, con los primeros números, pero especialmente con el número uno, la [041] emitió su mensaje y a su vez dónde estaban parados quienes lo emitían. Porque no hay mensaje sin emisario, como tampoco mensaje sin historia.

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